Con más de 190 años de historia, Por Larrañaga ostenta el prestigioso título de ser la marca de cigarros cubanos más antigua que aún se encuentra en producción continua. Fundada en 1834 por Ignacio Larrañaga en La Habana, esta marca ha logrado mantenerse vigente a lo largo de casi dos siglos, convirtiéndose en sinónimo de elegancia, artesanía y consistencia.
Por Larrañaga no solo es una marca con pasado: es un testigo de la evolución de la industria tabacalera cubana. A lo largo de su historia ha atravesado momentos de esplendor y también desafíos profundos, reflejando las complejidades políticas, económicas y sociales que han marcado a Cuba desde el siglo XIX hasta nuestros días.
Uno de los momentos más significativos para la marca —y para toda la industria— fue la Revolución Cubana de 1959. A partir de entonces, muchas marcas tradicionales experimentaron una división entre versiones cubanas y no cubanas, impulsadas por el exilio de productores, la nacionalización de fábricas y el embargo comercial impuesto por Estados Unidos. Por Larrañaga no fue la excepción: su nombre y prestigio quedaron repartidos entre dos mundos, con versiones producidas tanto en Cuba como en otros países, como la República Dominicana.
Pese a estas divisiones, la esencia de Por Larrañaga ha permanecido intacta. La marca cubana, hoy bajo la tutela de Habanos S.A., sigue siendo reconocida por sus cigarros de cuerpo medio, caracterizados por un perfil aromático suave, notas cremosas y un balance perfecto entre tradición e innovación. Su elegancia discreta y su accesibilidad la convierten en una favorita entre fumadores que buscan una experiencia clásica y refinada.
Más allá del humo, Por Larrañaga representa resiliencia y legado. Su permanencia en el tiempo no es casualidad, sino el resultado de un compromiso constante con la calidad, la dedicación de los torcedores cubanos y el respeto por una historia que comenzó en los días coloniales de Cuba y que sigue viva en cada vitola.
Hoy, Por Larrañaga no solo es una marca histórica: es un emblema de la identidad cultural cubana, y un recordatorio de que, a pesar de los vaivenes del mundo, algunas tradiciones simplemente no desaparecen: se reinventan con elegancia.
