La creación de un habano es un arte milenario, una danza entre el tiempo, la tierra, la tradición y la técnica. Se estima que un solo habano requiere la participación de más de 200 manos expertas y atraviesa al menos 500 pasos distintos antes de llegar a los labios del fumador.
1. Cultivo y selección del tabaco:
Todo comienza en regiones como Vuelta Abajo, donde las condiciones de suelo, humedad y sol permiten el crecimiento del mejor tabaco del planeta. Las semillas seleccionadas son plantadas, y las hojas se recolectan cuidadosamente a mano. Posteriormente pasan por un proceso de curado que dura de 30 a 45 días, donde pierden la humedad pero conservan sus aceites naturales.
2. Fermentación y añejamiento:
Las hojas se fermentan una o dos veces (Cohiba tres) en condiciones controladas, con el objetivo de eliminar impurezas, suavizar el sabor y desarrollar los compuestos aromáticos. Este proceso puede durar de 12 a 36 meses. Luego, se almacenan en cámaras de añejamiento por otros 2 a 7 años.
3. El torcido:
Cada torcedor —considerado un artista— selecciona cuidadosamente las hojas para la tripa, el capote y la capa:
- Tripa: Proporciona el cuerpo y sabor del habano.
- Capote: Sostiene la tripa y regula la combustión.
- Capa: Es la hoja exterior, lisa y elástica, la que da la elegancia visual al puro.
El torcedor forma el bonche, lo prensa, le aplica la capa y remata con un gorro perfectamente redondeado.

4. Control de calidad:
Cada Cohiba es probado por un panel de catadores. Se evalúan su combustión, aroma, sabor, tiro y apariencia. Solo aquellos que pasan este control son anillados y empacados.
Vitolas famosas de Cohiba:
- Robusto: Potente y equilibrado, ideal para fumadores frecuentes.
- Siglo VI: Amplio, cremoso, con notas dulces.
- Behike 54: Lo mejor de lo mejor, complejo, con notas de cacao y cuero.
Curiosidad cultural: El torcedor más experimentado de la galera suele ser el que hace los Cohibas. Este nivel de respeto refleja la jerarquía artesanal de la industria del tabaco cubano.